Texto Homenaje a D. José López Yepes

Es difícil para mí agregar algo a lo ya dicho de nuestro querido Pepe. Aquellos que me han precedido eran discípulos y compañeros. Y yo en cambio, pertenezco a esa mayoría de profesores de Documentación que en universidades de provincias primero conocimos a Pepe como referente teórico y después tuvimos contacto con él a través de actos académicos. Por tanto, yo tengo dos visiones de Pepe, la primera antes de conocerlo y la segunda cuando lo conocí e hice amistad con él. La primera vez que oí hablar de él fue en las clases de Documentación donde él se destacaba como referente español en paridad con Otlet y Lafontaine. Un colega de pupitre, cuando le dije que estaría en el homenaje al maestro, me recordó una anécdota de esa asignatura, era tal la presencia de Pepe en esta materia que la profesora afirmaba haber bautizado a su gato como López Yepes.

Posteriormente, cuando me involucré en la academia, realizando la tesis doctoral, supe que en mi grupo de investigación le llamaban “el padre de la documentación en España”, y no sé cómo llegué a la conclusión que este gigante de la academia era un señor que de cuando en cuando venía a Granada y pasaba revista. Y en cierta forma era así. Pepe se echó a sus espaldas la responsabilidad de cuidar de esas facultades incipientes y su desarrollo y cuando venía a Granada trataba de visitar a los profesores, de igual manera, cuando alguien de Granada se encontraba con Pepe éste mostraba interés y preocupación por cómo estaban los colegas de la Facultad, ejercía de Pater Comunitatis de manera natural, paternal. Sin duda era en más de un sentido el padre de la comunidad de documentación.

Desde el principio de mi tesis mis directores tuvieron claro que el tribunal que la evaluaría sería presidido por D. José López Yepes. Emilio Delgado estaba muy preocupado por los temas relativos a la tesis doctoral, ámbito en el que Pepe había trabajado con profundidad. Recuerdo que después de leerme los trabajos, me ponía a escribir pensando que esos capítulos eran una carta interminable dirigida a D. José López Yepes. Recuerdo que, preparándome para la defensa de la tesis, el principal argumento de Emilio era que tenía que convencer a López Yepes y cuidarme mucho de responder a sus preguntas, siempre certeras. Pepe, hasta el último día estuvo en búsqueda, su sed de conocimiento era difícilmente saciable.

Como anécdota, mi otro director también se preocupaba de la presencia de Pepe en el tribunal. Yo propuse un restaurante de unos amigos y Rafael Ruiz me lo prohibió; “ A Pepe lo tenemos que llevar a un buen asador de carne y ve preparando una  buena caja de puros”. No se equivoquen, Pepe era un hombre sencillo y austero, y tengo experiencia de ellos, pero para mis mayores del grupo EC3 era el referente español del área, al que sin ser discípulos suyos, admiraban, apreciaban y querían con genuino respeto. De esa tesis me queda el recuerdo de haber conocido a un hombre de poliforme ingenio, interesado por cualquier área de la Documentación, hasta la bibliometría y que era capaz de hacer propuestas teóricas de alto nivel en temas que no trabajaba. Por ejemplo, recuerdo que nos propuse ponderar las citas según el apartado en que apareciesen y no valorar democráticamente todas por igual. Cinco años después un Checo tuvo la misma idea y  publicó un artículo bastante famoso.

Mi amistad con Pepe se fue fraguando años después. Él me había incorporado a una escuela invisible de profesores y puntualmente me invitaba a tesis doctorales, además de compartir su capital social, gracias a Pepe he conocido a otros queridos amigos, como María Teresa Fernández Bajón, Agustín Vivas. Además, con frecuencia nos encontrábamos en congresos y yo lo invité a unas jornadas doctorales en Huelva. Yo no sé ustedes, pero yo hice una opción por la universidad principalmente por las personas, por el placer de convivir con personas de alto nivel intelectual, José López Yepes era uno de estos referentes. Además era un amigo, que me llamaba con frecuencia, al que yo podía llamar principalmente para pedir consejo y ayuda. El último vínculo con Pepe ha sido que, con posterioridad a su fallecimiento, la Universidad Panamericana de México me propuso relevarlo como editor de la revista de Comunicación.

Para mí ha sido un honor que pensasen en mí. Pasé diez días en México y era como viajar a un Comala en el que en cada esquina Pepe se aparecía, en cada conversación. Allí Pepe también creó escuela y su huella está muy viva entre el equipo de la revista y quienes lo trataron. Estando en México he comprendido la ilusión que Pepe le tenía al proyecto de la Panamericana que iba más allá de la revista, pues Pepe atendía a profesores, alumnos y directivos del centro formando una familia.

D. José López Yepes era un catedrático de gesto noble y mirada inteligente, un académico cuya discreción anunciaba a gritos su indubitada presencia. Quizá sus silencios y sus miradas fueran aquello que rezumara la misma contundencia que sus acertadas y rotundas sentencias. En él se personificaba como don de Dios la incomparable y tan poca frecuente paternidad que brota de lo recio. ¿En qué momento, tan falto de clarividencia, nos permitimos abandonar el uso del término maestro para referirnos a aquellos profesores que ejercen el acompañamiento íntegro en la academia?  En este tiempo hostil, tan afín a los méritos etéreos y cuantitativos, pero tan falto de maestros, se nos ha despedido un titán del conocimiento profundo y el humanismo propios de la universidad española que resiste a modelos más mercantilistas. El maestro del silencio, de la mirada vivaz, de la palabra oportuna y la presencia discreta pero contundente. Perdemos un guía en la tierra, pero ganamos una férrea intercesión en los cielos, un testimonio inamovible, certero, un hombre al que podremos seguir recurriendo en busca de consejos a través de su dilatada producción intelectual. Hace unos meses se nos fue el maestro, el hermano, el padre, el amigo Pepe, pero su obra en la tierra es tan grande que lo podremos seguir encontrando en sus libros, en esta facultad, en Murcia, Bolivia y México.

Que Dios te guarde maestro, amigo.

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